Encima del pozo de
luz, el diseño del platillo volante permite al viajero
de contemplar el cielo y le prepara a su salida al aire libre.
Simboliza la voluntad
de dejar que el barrio, la ciudad y el cielo penetren en la estación.
Al mirar hacia el otro
lado, uno disfruta de una nueva yuxtaposición
entre arquitecturas clásica y moderna.
Manera como otra de
inscribir la nueva estación en la historia de los ferrocarriles.
Para quién lo
contempla desde arriba, el pozo de luz presenta otra peculiaridad.
Dibujaron las horas
de un reloj en el suelo de la parte baja e instalaron un mecanismo
sincronizado con todos los demás relojes de la RATP.
Personalmente me perdí
al contemplar esta imagen, síntesis pillada por casualidad,
combinando huellas de arquitectura parisina clásica y frialdad
deshumanizada de acero y vidrio...