Si la silueta de la
iglesia famosa por El código Da Vinci le otorga
un encanto extra, este mercado me pareció más auténtico
y menos atrapa-turistas
que los demás mercados que pude visitar.
Idealmente situado
en un barrio de buen nivel socio económico, pero algo apartado
de los circuitos turísticos de siempre, regala una interesante
yuxtaposición de productos de temporada y de mercancías
de buen nivel.
Y su ambiente relajado
invita a alargar el rato dedicado a la visita.