El problema usual con
las torres, y más aún cuando llegan a estas alturas,
es su integración en el paisaje urbano.
Por cierto, permiten
alojar más gente en menos superficie y eso deja espacio
para instalar parques y jardines. Pero imponen una marca vertical
en un universo por lo demás horizontal.
Cuando miras las torres
con distancia eso no molesta, pero cuando caminas como cualquier
humilde peatón al pie de estos monstruos, su verticalidad
resulta aplastante.
Pero el arquitecto
Martin S. Van Treek supo inventar soluciones.